El hispanista inglés de las Alpujarras - Hotel Puerta Nazarí
El hispanista inglés de las Alpujarras
Este invierno se cumplen 30 años de la muerte de Gerald Brenan (1894 – 1987), el hispanista contemporáneo más popular. Brenan no resignó su pasión al santuario de las aulas sino que buscó para vivir la zona entonces más barata y soleada de España, Las Alpujarras, cuando se licenció como capitán de la I Guerra Mundial.
Su primer destino era Granada, donde había estado de visita su tía abuela benefactora, la baronesa Adeline Tiz, pero pronto entendió que el lugar más adecuado para vivir con provecho la experiencia que él buscaba eran las Alpujarras. En concreto la Alpujarra oriental, perteneciente a Almería, que es zona más abierta al mar, sobre el que asoma desde una cornisa de rocas. Brenan llegó en 1920 para instalarse con su maleta de libros en Yegen, primero en la pensión y luego en una casa de alquiler blanqueada (120 pesetas al año), que sigue todavía hoy recordando su estancia.
Al sur de Granada (1957) fue su cuarto libro, dedicado a evocar su vivencia de años en aquel universo primitivo y nada cuadriculado, donde llevó a cabo su etapa de formación. El libro se lo dedica a Ralph Partridge, compañero de armas, remero de Oxford y marido de uno de sus amores más turbulentos y obsesivos, la pintora de Dora Carrington (1893-1932), integrante del círculo cultural de Bloomsbury, que encuentra amparo platónico en su convivencia de pareja con el biógrafo homosexual Lytton Strachey. El libro es una lectura deliciosa y absolutamente recomendable, con ingredientes históricos, biográficos, antropológicos y paisajísticos. Un relato que seduce por lo que cuenta y por su naturalidad indiscreta. Entre otros episodios más o menos domésticos, la visita de Virginia Woolf en la primavera de 1923, y diez años después, la del filósofo Bertrand Russell.
En su gente, Brenan vuelve a encontrar una sabiduría preindustrial, que descansa en el anhelo radical de vivir y una libertad espontánea que echa de menos en su país. Aunque los españoles le parecen unos «niños mimados que de vez en cuando rompen los juguetes», poseen en cambio un orgullo y estoicismo de timbre oriental que los hace apreciados en todo el mundo.