La historia viva de Las Alpujarras - Hotel Puerta Nazarí
La historia viva de Las Alpujarras
Las Alpujarras siempre se han considerado como una fortaleza natural difícil de penetrar, más aún para quienes no la habitan y, por tanto, conocen. Su condición de baluarte ha llevado a esta comarca a ser escenario de diversas rebeliones y encuentros bélicos con el objetivo de derrotar a quienes se refugiaban en estas montañas repartidas entre Granada y Almería. La Alpujarra, aislada, ha forjado así una identidad propia que la ha hecho universalmente conocida.
Por aquí pasaron los sirios, los fenicios, los cartagineses, los romanos…. Tendríamos que remontarnos a las tribus africanas descendientes de la etnia camita, allá por el Neolítico, para poder identificar a los primeros pobladores de estas tierras a medio camino entre Sierra Nevada y el Mediterráneo. La estancia de los pueblos prerromanos, sin embargo, sería muy efímera y pronto dejarían paso a los pobladores latinos.
Pero tampoco fueron los romanos quienes dejaron la huella protagonista en nuestros pueblos. Las Alpujarras no serían lo que hoy nos enorgullece de no ser por los musulmanes. De la época medieval proceden gran parte de los rasgos culturales que han configurado el folklore alpujarreño actual. La rebelión de los moriscos de 1568, y su consecuente expulsión, es el hito más importante en la historia de esta comarca. Los Reyes Católicos establecieron las Capitulaciones con la población islámica, en la que se respetaban sus propiedades, libertad de costumbres y culto religioso, pero el descontento era general y las sublevaciones continuas.
La rebelión fallida desembocó en una repoblación castellana de la zona. Para que estas tierras no quedaran desiertas y la economía local muy afectada, Felipe II ordenó mover a más de 2.000 familias procedentes de Galicia, León, Asturias y Castilla. De ahí los nombres que hoy lucen orgullosos nuestros pueblos.
Si alguna vez habéis oído hablar de la “Cueva del Soldado”, el “Tesoro del Alamillo” o el “Tajo del Riegecillo”, sabed que las leyendas nunca mueren. Sobreviven como la verdad rara vez lo hace.